viernes, 21 de septiembre de 2012

Morir en tiempos modernos

Sonaba el despertador en el 323 de Madison Avenue. Las últimas farolas de la calle se iban apagando lentamente. Aún no había cambiado el horario de verano y la avenida se encontraba vacía y húmeda a estas horas de la madrugada.
Harry apagó el despertador a tientas con la mano izquierda, el cual cayó precipitadamente desde la mesilla de noche al suelo, haciéndose añicos en el momento. Poco a poco fue despabilando a su cuerpo, obligándole a salir del calor de entre las sábanas, alargó de nuevo su mano y encendió la luz.
Mientras sus ojos se hacían con la luz del cuarto y sus pupilas poco a poco se iban contrayendo el primer pensamiento de la mañana cruzaba su mente: "Soy un chico con suerte".
Tenia 24 años, había terminado recientemente la carrera universitaria de periodista. En sus notas podría verse como el esfuerzo de año tras año encerrado en su habitación habían dado sus frutos y, aunque no era el primero de su promoción, no estaba muy lejos del principio de la lista.
Había conseguido una de las mejores notas, eso era indudable y Harry se sentía satisfecho. Consiguió algún trabajo como fotógrafo de pequeños eventos en un pequeño periódico gratuito de la ciudad y, con lo poco que llegó a reunir decidió mudarse a ésta.
Y así era: hoy era el primer día de su vida. Además había conseguido un trabajo más importante en una agencia, la cual se movía tanto para periódico como para televisión.
Hoy era un día importante, un día grande, un dia de esos en los que dices: "me siento vivo y ya se por qué".

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