lunes, 27 de julio de 2015

Ocho dedos.

- ¿Qué te parece, Watson? ¿Crees que el atardecer también es artificial?
Y ahí estábamos mi fiel compañero y yo, Watson, una rata vieja, casi sin pelo pero muy inteligente y yo, un chico veinteañero sin futuro y con muchísima hambre, Ívan, nombre que habían elegido al azar como todos los chicos que nacíamos sin padres. Si los políticos se permitían la corrupción... ¿por qué no saltarnos las normas que establece la comunidad científica...(y moral)?
Nos creaban como clones, para investigar con nosotros y cuando éramos mayores y podíamos mantenernos en pie, nos lanzaban a la calle, a la suerte de alguna familia rica que quisiera tener algún hijo. Los más afortunados eran adoptados por la familia del original, pero eso...nunca ocurría.
Mi sitio favorito era la montaña de escombros que se encontraba en el lugar más alto de la ciudad... que ¿qué ciudad, diréis? Ya no quedaban ciudades, si no restos de edificios del siglo XXI, a esto le llamaban Nuevo Darwin, ahora tan solo el distrito 11.03. Como todo. Un número.
Mi nombre oficial, 6851L, mi sangre, 23+, mi identificación, 6586547963215I, mi color de ojos 85'3, número de dedos: 8.
Una copia defectuosa.
No éramos lo suficientemente bonitos los que teníamos dedos de menos, o dedos de más, o sin dedos. No servíamos. Nos daban de comer, investigaban con nosotros y cuando la ley lo dictaba, nos soltaban como animales cautivos.
Y creedme cuando os digo, que éramos animales cautivos, porque el mundo se nos hacía una jungla.
Sobrevivíamos pocos, un 25% de nosotros aún seguíamos respirando, el resto... quedaban sepultados bajo la mierda callejera cuando un oruga 2714 les recogía para tirarlos a la fosa común.
¿Cuál es mi suerte? Mis ocho dedos... y mis dos guantes.