Y, obviamente, como era niño no entendió que lo que sucedía era una guerra. Entonces jugaba y jugaba a ser quien no era, creerse sus propias mentiras, a colgarse de los árboles como un loco, persiguiendo a las ardillas.
La gente moría, y el no lo entendía. Iban y venían y él, despreocupado jugaba con sus soldaditos de plomo... Ay! cuánto te queda por saber de esta mala vida.
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