domingo, 13 de enero de 2013

Ino-sense



Cuentan que en tierras lejanas el sol había cesado de amanecer cada día, que las esquinas de las calles se encontraban vacías. Las casas, cada vez más viejas y roídas por la magnitud del tiempo habían hecho de esas tierras un lugar sombrío, atestado de ratas y plagas de cucarachas que al mismo tiempo eran consumidas por la soledad y el abandono.
Cuenta la leyenda que antes de la gran guerra, los aldeanos del lugar construyeron una gran muralla, para evitar, más que a sí mismos, que sus casas ardieran, se hicieran polvo y arena, y que no quedara nada más que un poco de tierra llena de escombros.
Emigraron, se perdieron en la distancia y dejaron aquel lugar vacío, pensando en regresar cuando ya toda la contienda hubiera terminado. Tontos de todos ellos, que juntos quisieron atravesar las montañas sin esconderse, pues los niños lloraban, los perros ladraban y el hambre y la sed les dejaron doloridos.
Y asi fue como ocurrió la emboscada, miles de hombres llegaron de todas partes y mataron a cada uno de ellos, quemando los cuerpos, llevándose sus ropas y las pocas pertenencias que llevaban encima. Y se hicieron cenizas...
Pasaron los años, décadas o siglos quizás, y aquel lugar que esperaba el regreso seguía vacío y en cada una de las calles podía escucharse la inocencia de aquellos niños que jamás debieron morir, los ecos de las madres al gritar y la lucha de los padres para evitar todo aquello en vano.
Era la tierra del dolor y del llanto que había quedado atrapado entre cuatro paredes, lapidado entre muros de piedra que jamás sirvieron de nada.
Muchos años más tarde, se descubrió que aquel pueblo había sido asesinado por error, mala información, pues creyeron que su huida se debía a parte de su culpabilidad en la contienda, pero ellos, pobres inocentes no hicieron más que escapar de aquello a lo que temían y proteger aquello que tanto querían. No formaban parte de ningún bando, pero los emboscadores así lo creyeron y sin preguntar, sin derecho ninguno, mataron a cada uno de ellos sin dejarles mediar palabra.
Y así es como se terminan estas cosas, en las que a veces los errores hacen culpables a los más inocentes y como el amor por lo material hace proteger todo aquello que queremos en lugar de quien queremos.
[....]
Y entonces un día, una pequeña banda de ladronzuelos llegó...

 

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