sábado, 22 de diciembre de 2012

Una melodía que se rompe


El espíritu duerme sobre hojas caducas, la noche ha florecido sobre mis manos: se siente el abandono sobre la piel.
Preguntas que surgen y deambulan entre las ramas, los ojos llorosos de no ver nada y la niebla cae, dejando el horizonte gris y hastío.
Es una pena, una gran pena que no sea otro momento, en los que sabía cuales eran los caminos correctos, ahora me tuerzo y me acojo al destino o lo que queda ya de el.
Me lleno de cansancio, pues no hay nadie al otro lado de la hoguera, nadie que fume la paz en esta madera tallada de desengaños y poco a poco la lumbre se apaga, la llama se hace hielo y la noche oscurece.
Me miro en lo que queda de sombra, "eres el mismo en el fondo" me digo y pienso en que tan solo cambian los errores.
Voy tirando la toalla, a mí que llamen a mi puerta, que busquen con la llave lo que hoy empiezo a enterrar en la arena.
Solo quedan los restos podridos de un músculo insano que poco a poco se parte y los remiendos ya no valen.
¡Ay, soy un novato en esto de los sentimientos y viejo de emociones en el corazón! Jamás pensé que me llevaría a la locura una tortura de una guerra sin ganar y unos viejos asesinos que siguen queriendo regresar.
Será el karma, amigo, serán las cosas buenas que dejaste pasar.
Y en el silencio brame el aire, el sonido de un hueco en el alma que deja pasar los cuerpos de este mar de muertos.
Mi destino es el infierno, vagando sin sentidos a un lugar que nadie conoce, sin mapa y sin ayudas... y me escondo en el fondo de un baúl, sucio y arañado por la edad, polvoriento, pues nadie lo puede tocar.... marco la equis en el camino y tiro el mapa de mi destino en una botella a la mar. A la mar sedienta de corazones sin igual.

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