lunes, 1 de febrero de 2016

Tiempo de espaldas


La visión lejana de una letanía
una queja que no escucha nada ni nadie.
Sollozos, cantos a Gaia.
Me muero por dentro.

No es no ver
no es la espera
no soy yo
quizás tampoco tú.

Esto no depende de mis manos
de mis ojos
de los callos de mis pies.
Alienación absoluta.

Ya no sé quién soy...

Ecos en una montaña
tan lejana como Dios,
tan efímero como la fe.

Se me hace triste el final del camino
llegando a la meta donde ya no existe nada.

- Nos hemos perdido, hermano - Me digo
Y cuento con los dedos de las manos
Uno, dos
y al fin... nada.

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