Si me permiten, fumaré
daré mis últimas caladas
las más grandes que hasta ahora haya dado
llenando de droga mis pulmones
y expulsando así, un sinfín de matices de gris.
Luego os pasaré mi tabaco
y con él aprenderéis
a bailar la danza de la lluvia
a ras del cielo.
Y más arriba no hay
porque no se puede
porque no hay más alto.
Desde ese infinito
llevo hablando gran rato
y ni los dioses escuchaban.
Esta, señores, es mi última calada
a este mismo cigarro que se lleva repitiendo años.
Tras eso, soy humo
viento, niebla y aire.